Hoy te quiero contar lo que me llevó a crear la colección de Dulce Espera.
. Dulce Espera . Es mi colección más personal. Basada en el comienzo de la etapa más delicada de mi vida. Pero, a veces, “la Dulce Espera” resulta un poco amarga. Quédate conmigo y descubre un poco de mi no tan dulce espera.
Lo primero que te quiero contar, antes de entrar en mi propio experiencia, es que esta colección está pensada para todas las madres del mundo: para las que tienen a sus bebés en brazos, para las que ya finalizaron su tiempo de crianza y disfrutan viendo a sus bebés convertidos en personas adultas. Pero también para las madres que tienen el corazón lleno pero los brazos vacíos.
Porque esas mujeres que sufren una pérdida perinatal, también son MADRES, madres de un bebé que no tienen en brazos.
"Ser madre no significa necesariamente criar, sino querer a un ser desde lo más profundo del alma."
Pero vamos con mi historia, como muchas otras historias… Si me conoces un poco, sabes que tengo un bebé, André. Y el gran deseo de ser madre me hizo reflexionar mucho sobre el tema y lo cruel que puede llegar a ser la sociedad.
Nuestra (p)maternidad no dependió sólo de nosotros, la decisión estaba en manos de mi equipo de médicos, si ellos no daban el visto bueno, ese sueño solo era eso, un sueño, que se podría disipar poco a poco como la bruma en las mañanas de otoño.
Fueron años de pruebas e indecisión hasta que llego el sí, pero… tendríamos que afrontar muy posibles complicaciones.
Fueron meses complicados, de dudas, de miedo, de sentir la crueldad de la simple frase “qué, ¿y el niño para cuando? Sin mala intención, pero sin saber por lo que estábamos a pasar.
Una vez tomada la decisión de ser madre, algo cambió en mi cabeza, en ella crecía poco a poco la necesidad de cuidar, de proteger, de criar. En mi pensamiento ya existía ese bebé, Me sentí madre meses antes de llegar la gran noticia.
“Porque realmente eres madres desde que ese bebé ocupa tus pensamientos”
Con el positivo entre las manos, todas las posibles complicaciones cayeron sobre nosotros como una sombra. Las altas probabilidades de complicación me paralizaron, el miedo a veces resurgía entre la felicidad y la ilusión y era devastador. Médicos, pruebas de genética, ecocardiogramas fetales… Cada prueba con buen resultado era un alivio, un paso más, pero siempre con las sombra de la posible complicación.
Este miedo trajo su parte positiva, me paralizó a mucho niveles, pero me hizo prestar atención a todos los cambios y disfrutar de absolutamente todo el proceso durante nueve meses. Disfruté sus primeros movimientos, sus patadas, el sentir como crecía día a día, como se formaba la línea de alba en mi… y también sentí, una vez dado a luz, el vacío en mi vientre al tenerlo entre mis brazos.
Recuerdo, el día del parto, despedirme de esta etapa como de algo que quizá no vuelva a vivir.
Son emociones intensar. Es un periodo delicado, sensible, donde el amor no se divide, si no que se multiplica. Fuera como fuere, una mujer al pasar por este periodo, nunca volverá a ser la misma.
Todo este huracán de emociones me generó la necesidad de plasmarlo en mi trabajo, de dedicarnos un homenaje, de representar todo ese torrente de amor con joyas únicas que representen ese vínculo inquebrantable.
Joyas que representan un vínculo inquebrantable, imposible de romper.
Y a mi cabeza volvió una historia de tiempo atrás…
Un domingo das mozas, bajo el calor del medio día y disfrutando viendo pasar a las señoras luciendo sus aros da Fonsagrada, varias de ellas repararon en mi trabajo, y al ver mi interpretación de estas tradicionales arracadas me contaron esta hermosa tradición:
En su zona, cuando una mujer daba a luz a su primer hijo se le regalaban unos pendientes de Fonsagrada: un pequeño aro, normalmente de oro, con un detalle al centro con forma de ocho acostado. Algunas de estas arracadas eran lisas, otras estaban dibujadas. Pero su característica forma no deja lugar a dudas y son perfectamente reconocibles.
Desconozco de cuánto tiempo atrás me hablaban, y tengo constancia de otras historias en torno a estos aros, como por ejemplo, que se le regalaban a las niñas al nacer y eran los únicos pendientes que tenían hasta el casamiento.
Y yo, obsesionada desde mis comienzos con la joyería tradicional, tratando siempre de darle el valor que se merece; y con la sensibilidad de la maternidad a flor de piel creo la colección “Dulce Espera” no solo respetando el aro tradicional, si no que también simplificándolo un poco más o engalanándolo con delicadas filigranas.